Ir al contenido principal
Justas

No quiero. No sé. No me sale.
Allí las dos, como dos pollabobas sentadas en nuestras sillitas, frente a mamá. Dos agujas cada una; la de la derecha al aire, la de la izquierda sujeta bajo el sobaco.
Venga, mira  tu hermana qué bien lo hace.
La miro y me asombra su destreza. Bailan codos y muñecas danzas de vientre ensartando hilos con choques de metal: tic-tac, tic-tac, crece la bufanda. Decrece su madeja, aumenta el abriguito de su muñeca; merma la lana y su rojo me pinta los cachetes.
Anímate. Ya verás que divertido es.
Que no, que no me sale.
La miro otra vez. El patuco casi está.
Quiero cabalgar. Enganchar sortijas con mi lanza. Embestir con ella al caballero negro y derribarlo. Dirijo al galope mi montura hacia él; golpeo su pecho con mi lanza y cae de su silla.
Ríndete, bellaco.
Levanto el yelmo para descubrir sus facciones y de debajo de la cesta de los hilos surge, enfurecida, la cara de mi madre.
Acabo de liberar a la princesa de las garras del malvado.

Foto: Raúl Díaz (La graja/Flickr)


Comentarios

Entradas populares de este blog

Saludos de Canarias a las poetas de Vista Alegre

Catalina

                         La luna desde mi azotea
El arco iris en mi baño Cada diciembre durante unos días luce el arco iris en mi baño. Hay que acecharlo. Llega desde el fondo del pasillo; entra por una hendijita de la puerta del jardín hasta la pared,   y avanza despacito hasta perderse en la esquina, de abajo a arriba, desde el oeste al oriente, al revés -ya sabemos por qué-, pero pinta el frío de colorines, y me da por pensar que trae la esperanza, con el calor de la luz, y entonces sé que un día escampará.